viernes, 19 de diciembre de 2014

La viuda y el juez injusto Luc. 18:1-8

Aplicable al período que precede inmediatamente a la segunda venida de Jesús, y de los peligros por los cuales deberían pasar sus discípulos. Y en esta parábola Jesús enseña a sus discípulos a orar por la liberación del poder de Satanás y sus agentes.



El juez: no tenía consideración por la justicia ni compasión por los dolientes. El juez sabía que su causa era justa, y podría haberla socorrido en seguida, pero no quería hacerlo. Quería demostrar su poder arbitrario, y se complacía en dejarla pedir, rogar y suplicar en vano. Para salvar su reputación, para evitar que se diese publicidad a su juicio parcial y unilateral, hizo justicia.

La viuda: Los hijos de DIOS, su iglesia. Había sido rechazada con persistencia, Repetidas veces había acudido al juez, sólo para ser tratada con desprecio, y ser ahuyentada del tribunal. Pero ella no quería desmayar ni desalentarse. A pesar de la indiferencia y dureza de corazón de él, insistió en su petición. Pobre y sin amigos, no tenía medios de salvar su fortuna arruinada. Así, por el pecado, el hombre ha perdido su relación con Dios. Por sí mismo no puede salvarse, pero en Cristo somos acercados al Padre.

Adversario: Satanás y a los agentes a quienes instiga a presentar falsamente, a tentar y destruir al pueblo de Dios

Hazme justicia…: Es la oración que dirigen a DIOS sus hijos en el fin del tiempo. Los que le siguen a Jesús no han de acusar o condenar, ni recurrir a la fuerza para librarse a sí mismos.

¿Acaso no hará justicia DIOS a sus escogidos?: Existe un agudo contraste entre el juez y DIOS, el juez cedió a la petición de la viuda simplemente por egoísmo, a fin de quedar aliviado de su importunidad. No sentía por ella ni piedad ni compasión; su miseria no le importaba nada. ¡Cuán diferente es la actitud de Dios hacia los que lo buscan!

Satanás presenta la debilidad e insensatez de los hijos de DIOS, su pecado e ingratitud, su carácter distinto al de Cristo, que ha deshonrado a su Redentor. Este es su argumento que prueba su derecho a destruirlos a voluntad, su caso no tiene esperanza, que la mancha de su contaminación no podrá nunca lavarse. Espera destruir así su fe, a fin de que cedan plenamente a sus tentaciones, y abandonen su fidelidad a Dios.

Los hijos del Señor no pueden contestar las acusaciones de Satanás. Al mirarse a sí mismos, están listos a desesperar, pero apelan al divino Abogado. Presentan los méritos del Redentor.
 
También fue presentado por Cristo para demostrar la clase de juicio que se realizaba entonces y que pronto se iba a presenciar en su propio proceso. Deseaba que su pueblo comprendiese cuán poca confianza se puede tener en los gobernantes o jueces terrenales en el día de la adversidad.

El mayor deseo de Cristo es redimir su herencia del dominio de Satanás. Pero antes de que seamos librados del poder satánico exteriormente, debemos ser librados de su poder interiormente. El Señor permite las pruebas a fin de que seamos limpiados de la mundanalidad, el egoísmo y los rasgos de carácter duros y anticristianos. 

No hay peligro de que el Señor descuide las oraciones de sus hijos. El peligro es que, en la tentación y la prueba, se descorazonen, y dejen de perseverar en oración.  

Fue Cristo el que concedió valor y determinación ante el juez a la viuda suplicante. 

En los días finales esta parábola se hara patente en la vida de cada uno de los hijos de DIOS pero no serán abandonados, Cristo liberará a su pueblo para siempre del adversario.
 

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