sábado, 29 de noviembre de 2014

La Perla de gran precio Mt. 13:45-46



La perla preciosa: En Cristo se reúne toda la gloria del Padre, la plenitud de la Divinidad. La gloria de los atributos de Dios se expresa en su carácter. La justicia de Cristo, cual pura y blanca perla, no tiene defecto ni mancha. Todo lo que puede satisfacer las necesidades y los anhelos del alma humana, para este mundo y para el mundo venidero, se halla en Cristo. Nuestro Redentor es una perla tan preciosa que en comparación con ella todas las demás cosas pueden reputarse como pérdida.

El comerciante: representa a una clase de personas que desea sinceramente la verdad.

Vendió todo lo que tenía: Cristo es un don, pero únicamente para aquellos que se entregan a él sin reservas, en alma, cuerpo y espíritu. Hemos de entregarnos a Cristo para vivir una vida de voluntaria obediencia a todos sus requerimientos. Todo lo que somos, todos los talentos y facultades que poseemos son del Señor, para ser consagrados a su servicio. Dios pide vuestra obediencia voluntaria

El Evangelio lo obtenemos por una obediencia voluntaria, entregándonos a Cristo como su propia posesión comprada

Tiene un doble significado: Cristo, el comerciante celestial, que busca buenas perlas, vio en la humanidad extraviada la perla de gran precio. En el hombre, engañado y arruinado por el pecado, vio las posibilidades de la redención. Los corazones que han sido el campo de batalla del conflicto con Satanás, y que han sido rescatados por el poder del amor, son más preciosos para el Redentor que aquellos que nunca cayeron,  la vio como podría llegar a ser por medio del amor redentor

El Tesoro escondido Mt. 13:44

Esta parábola ilustra el valor del tesoro celestial y el esfuerzo que deberíamos hacer para obtenerlo.

En los tiempos antiguos, los hombres acostumbraban esconder sus tesoros en la tierra. Los robos eran frecuentes, y cuando quiera que hubiese un cambio en el poder gobernante, los que tenían grandes posesiones estaban expuestos a que se les aplicasen pesados tributos. Por otra parte, el país estaba en constante peligro de ser invadido por ejércitos merodeadores. Por consiguiente, los ricos trataban de preservar sus riquezas ocultándolas, y la tierra era considerada como un seguro escondite. Pero a menudo se olvidaba el lugar en que se había escondido el tesoro; la muerte podía arrebatar al dueño; el encarcelamiento o el destierro podían alejarlo de su tesoro, y la riqueza cuya preservación le había costado tanto trabajo, era dejada para la persona afortunada que la encontrase. En los días de Cristo no era raro descubrir en un terreno descuidado viejas monedas y ornamentos de oro y plata. Según la ley de Moisés, el que encontraba lo que otro había perdido debía devolverlo, pero en este caso, parecería que el dueño original había muerto tiempo antes, y no se le podía devolver el tesoro. Por esto el que lo encontró tenía derecho de guardarse el tesoro como cualquier otra persona, y legalmente era dueño del tesoro el propietario del campo



Campo: La Biblia es la mina de las inescrutables riquezas de Cristo, debe haber fervoroso estudio y diligente investigación.

Tesoro: El evangelio



Escondido: Dios no esconde su verdad de los hombres. Por su propia conducta, ellos la oscurecen para sí mismos. En tiempos de Jesús las tradiciones que habían pasado de una generación a otra y la interpretación humana de las Escrituras, escondieron de su vista la verdad tal cual es en Jesús.

Vende lo que tiene: ningún trabajo demasiado grande y ningún sacrificio demasiado caro para ganar los tesoros de la verdad
 

Aquellos que son sabios en su propia estima, los que están hinchados por la enseñanza de la vana filosofía, no perciben la hermosura, el poder y el misterio del plan de la redención, tal ocurrió con los judíos. Las grandes verdades de la redención se hallaban veladas tras los tipos y los símbolos. Ellos vieron que si recibían a Cristo debían abandonar sus máximas y tradiciones favoritas y sus prácticas egoístas e impías. Exigía un sacrificio el recibir la verdad invariable y eterna
 
Aquellos que desean encontrar los tesoros de la verdad deben cavar en busca de ellos como el minero cava para hallar el tesoro escondido en la tierra. La comprensión significa obediencia a los mandamientos de Dios. Necesitamos la iluminación del Espíritu Santo para discernir las verdades de la Palabra de Dios.

Compra aquel campo: la recompensa es: Imparte poder. El conocimiento experimental de Dios y de Cristo Jesús, transforma al hombre a la imagen de Dios. Le da dominio propio, sujetando cada impulso y pasión de la baja naturaleza al gobierno de las facultades superiores de la mente. Convierte a su poseedor en hijo de Dios y heredero del cielo. Lo pone en comunión con la mente del Infinito, y le abre los ricos tesoros del universo.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Parábola de la Levadura Mt. 13:33; Lc. 13:20-21

Levadura: * en esta parabola representa el poder vivificante y asimilador de la gracia de Dios.

La levadura, algo completamente externo, debe ser colocada dentro de la harina antes que el cambio deseado pueda operarse en la misma. Así la gracia de Dios debe ser recibida por el pecador antes que pueda ser hecho apto para el reino de gloria. Toda la cultura y la educación que el mundo puede dar, no podrán convertir a una criatura degradada por el pecado en un hijo del cielo. El cambio puede ser efectuado sólo por el Espíritu Santo. Todos los que quieran ser salvos deben someterse a la operación de este poder.

Como la levadura, cuando se mezcla con la harina, obra desde adentro hacia afuera, tal ocurre con la renovación del corazón que la gracia de Dios produce para transformar la vida. No es suficiente un mero cambio externo para ponernos en armonía con Dios, nuestra primera obra tiene que ver con el corazón.  El corazón debe ser convertido y santificado.

La verdadera obediencia es el resultado de la obra efectuada por un principio implantado dentro. Nace del amor a la justicia, el amor a la ley de Dios. La esencia de toda justicia es la lealtad a nuestro Redentor. Esto nos inducirá a hacer lo bueno porque es bueno, porque el hacer el bien agrada a Dios. 

Las inclinaciones naturales son mitigadas y sometidas. Nuevos pensamientos, nuevos sentimientos, nuevos motivos son implantados. Se traza una nueva norma del carácter: la vida de Cristo. La mente es cambiada; las facultades son despertadas para obrar en nuevas direcciones. El hombre no es dotado de nuevas facultades, sino que las facultades que tiene son santificadas. La conciencia se despierta. Somos dotados de rasgos de carácter que nos capacitan para servir a Dios.

El semblante cambia. Cristo que habita en el corazón, brilla en el rostro de aquellos que le aman y guardan sus mandamientos. La verdad queda escrita allí. Se revela la dulce paz del cielo. Se expresan allí una bondad habitual, un amor más que humano."