Esta parábola ilustra el valor del tesoro celestial y el esfuerzo que deberíamos
hacer para obtenerlo.
En los tiempos antiguos, los hombres acostumbraban esconder sus tesoros en la tierra. Los robos eran frecuentes, y cuando quiera que hubiese un cambio en el poder gobernante, los que tenían grandes posesiones estaban expuestos a que se les aplicasen pesados tributos. Por otra parte, el país estaba en constante peligro de ser invadido por ejércitos merodeadores. Por consiguiente, los ricos trataban de preservar sus riquezas ocultándolas, y la tierra era considerada como un seguro escondite. Pero a menudo se olvidaba el lugar en que se había escondido el tesoro; la muerte podía arrebatar al dueño; el encarcelamiento o el destierro podían alejarlo de su tesoro, y la riqueza cuya preservación le había costado tanto trabajo, era dejada para la persona afortunada que la encontrase. En los días de Cristo no era raro descubrir en un terreno descuidado viejas monedas y ornamentos de oro y plata. Según la ley de Moisés, el que encontraba lo que otro había perdido debía devolverlo, pero en este caso, parecería que el dueño original había muerto tiempo antes, y no se le podía devolver el tesoro. Por esto el que lo encontró tenía derecho de guardarse el tesoro como cualquier otra persona, y legalmente era dueño del tesoro el propietario del campo
En los tiempos antiguos, los hombres acostumbraban esconder sus tesoros en la tierra. Los robos eran frecuentes, y cuando quiera que hubiese un cambio en el poder gobernante, los que tenían grandes posesiones estaban expuestos a que se les aplicasen pesados tributos. Por otra parte, el país estaba en constante peligro de ser invadido por ejércitos merodeadores. Por consiguiente, los ricos trataban de preservar sus riquezas ocultándolas, y la tierra era considerada como un seguro escondite. Pero a menudo se olvidaba el lugar en que se había escondido el tesoro; la muerte podía arrebatar al dueño; el encarcelamiento o el destierro podían alejarlo de su tesoro, y la riqueza cuya preservación le había costado tanto trabajo, era dejada para la persona afortunada que la encontrase. En los días de Cristo no era raro descubrir en un terreno descuidado viejas monedas y ornamentos de oro y plata. Según la ley de Moisés, el que encontraba lo que otro había perdido debía devolverlo, pero en este caso, parecería que el dueño original había muerto tiempo antes, y no se le podía devolver el tesoro. Por esto el que lo encontró tenía derecho de guardarse el tesoro como cualquier otra persona, y legalmente era dueño del tesoro el propietario del campo
Campo: La Biblia es la mina de las inescrutables riquezas de Cristo, debe haber fervoroso estudio y diligente investigación.
Tesoro: El evangelio
Aquellos que son sabios en su propia estima, los que están hinchados por la enseñanza de la vana filosofía, no perciben la hermosura, el poder y el misterio del plan de la redención, tal ocurrió con los judíos. Las grandes verdades de la redención se hallaban veladas tras los tipos y los símbolos. Ellos vieron que si recibían a Cristo debían abandonar sus máximas y tradiciones favoritas y sus prácticas egoístas e impías. Exigía un sacrificio el recibir la verdad invariable y eterna
Escondido: Dios no esconde su verdad de los hombres. Por su propia conducta,
ellos la oscurecen para sí mismos. En tiempos de Jesús las tradiciones que
habían pasado de una generación a otra y la interpretación humana de las
Escrituras, escondieron de su vista la verdad tal cual es en Jesús.
Vende lo que tiene: ningún trabajo demasiado grande y ningún sacrificio
demasiado caro para ganar los tesoros de la verdad
Aquellos que son sabios en su propia estima, los que están hinchados por la enseñanza de la vana filosofía, no perciben la hermosura, el poder y el misterio del plan de la redención, tal ocurrió con los judíos. Las grandes verdades de la redención se hallaban veladas tras los tipos y los símbolos. Ellos vieron que si recibían a Cristo debían abandonar sus máximas y tradiciones favoritas y sus prácticas egoístas e impías. Exigía un sacrificio el recibir la verdad invariable y eterna
Aquellos que desean encontrar los tesoros de la verdad deben cavar en busca de ellos como el minero cava para hallar el tesoro escondido en la tierra. La comprensión significa obediencia a los mandamientos de Dios. Necesitamos la iluminación del Espíritu Santo para discernir las verdades de la Palabra de Dios.
Compra aquel campo: la recompensa es: Imparte poder. El conocimiento experimental de Dios y de Cristo Jesús, transforma al hombre a la imagen de Dios. Le da dominio propio, sujetando cada impulso y pasión de la baja naturaleza al gobierno de las facultades superiores de la mente. Convierte a su poseedor en hijo de Dios y heredero del cielo. Lo pone en comunión con la mente del Infinito, y le abre los ricos tesoros del universo.
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