domingo, 9 de noviembre de 2014

El Sermon del monte: La lampara del cuerpo Mt. 6:22-3

23. Si tu ojo es maligno todo tu cuerpo estará en tinieblas: la vista está cegada por el amor propio. Era ésta la oscuridad que envolvió a los judíos en obstinada incredulidad y los imposibilitó para comprender el carácter y la misión del que vino a salvarlos de sus pecados. Si no decidimos entregarnos por completo a Dios, quedamos en tinieblas. Cuando hacemos cualquier reserva, abrimos la puerta por la cual Satanás puede entrar para extraviarnos con sus tentaciones.

El ceder a la tentación empieza cuando se permite a la mente vacilar y ser inconstante en la confianza en Dios. Si no decidimos entregarnos por completo a Dios, quedamos en tinieblas. Cuando hacemos cualquier reserva, abrimos la puerta por la cual Satanás puede entrar para extraviarnos con sus tentaciones. El sabe que sí puede oscurecer nuestra visión para que el ojo de la fe no vea a Dios, no tendremos protección contra el pecado.

El predominio de un deseo pecaminoso revela que el alma está engañada. Cada vez que se cede a dicho deseo se refuerza la aversión del alma contra Dios. Al seguir el sendero elegido por Satanás, nos vemos envueltos por las sombras del mal; cada paso nos lleva a tinieblas más densas y agrava la ceguera del corazón.

El predominio de un deseo pecaminoso revela que el alma está engañada. Cada vez que se cede a dicho deseo se refuerza la aversión del alma contra Dios. Al seguir el sendero elegido por Satanás, nos vemos envueltos por las sombras del mal; cada paso nos lleva a tinieblas más densas y agrava la ceguera del corazón.

Al resistir hoy al Espíritu de Dios, apareja el camino para la segunda oposición a la luz cuando venga con mayor poder. Así va de oposición en oposición, hasta que la luz no lo conmueve más, y él no responde ya de ninguna manera al Espíritu de Dios. Entonces aun la luz que está en él se ha convertido en tinieblas. La verdad misma que conocía se ha pervertido de tal manera que intensifica la ceguera del alma

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