La perla preciosa: En Cristo se reúne toda la gloria del Padre, la
plenitud de la Divinidad. La gloria de los atributos de Dios se expresa en su
carácter. La justicia de Cristo, cual pura y blanca perla, no tiene defecto ni
mancha. Todo lo que puede satisfacer las necesidades y los anhelos del alma
humana, para este mundo y para el mundo venidero, se halla en Cristo. Nuestro
Redentor es una perla tan preciosa que en comparación con ella todas las demás
cosas pueden reputarse como pérdida.
El comerciante: representa a una clase de personas que desea sinceramente la verdad.
Vendió todo lo que tenía: Cristo es un don, pero únicamente para aquellos que
se entregan a él sin reservas, en alma, cuerpo y espíritu. Hemos de entregarnos
a Cristo para vivir una vida de voluntaria obediencia a todos sus
requerimientos. Todo lo que somos, todos los talentos y facultades que poseemos
son del Señor, para ser consagrados a su servicio. Dios pide vuestra obediencia voluntaria
El Evangelio lo obtenemos por una obediencia voluntaria, entregándonos a Cristo como su propia
posesión comprada
Tiene un doble significado: Cristo, el comerciante celestial, que busca buenas perlas, vio en la humanidad
extraviada la perla de gran precio. En el hombre, engañado y arruinado por el
pecado, vio las posibilidades de la redención. Los corazones que han sido el
campo de batalla del conflicto con Satanás, y que han sido rescatados por el
poder del amor, son más preciosos para el Redentor que aquellos que nunca
cayeron, la vio como podría llegar a ser por medio del amor redentor
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