La característica principal de esta parábola no es ni el sembrador ni la semilla, sino más bien los
cuatro tipos diferentes de suelo en el cual cayó la semilla. Esta parábola hace
resaltar la recepción que le dio cada uno de los cuatro tipos de suelo a la
semilla y el efecto que esto produjo en el crecimiento de la semilla. Mediante esta parábola Cristo decía prácticamente a sus oyentes: No es seguro
para vosotros detenemos y criticar mis obras o albergar desengaño, porque ellas
no satisfacen vuestras ideas. El asunto de mayor importancia para vosotros es:
¿cómo trataréis mi mensaje? Dé vuestra aceptación o rechazamiento de él, depende
vuestro destino eterno. Si la palabra de Dios deja de cumplir su obra en nuestro corazón y en nuestra
vida, la razón estriba en nosotros mismos. Nosotros no podemos cambiarnos a nosotros mismos; pero tenemos la facultad de
elegir y de determinar qué llegaremos a ser.
Junto al mar de Galilea se había reunido una multitud para ver y oír a Jesús,
una muchedumbre ávida y expectante. Como la multitud seguía aumentando, la gente estrechó a Jesús hasta que no había
más lugar para recibirlos. Entonces, hablando una palabra a los hombres que
estaban en sus barcos de pesca, subió a bordo de la embarcación que lo estaba esperando para conducirlo a través
del lago, y pidiendo a sus discípulos que alejaran el barco un poco de la
tierra, habló a la multitud que se hallaba en la orilla.
3. Y les habló muchas cosas por parábolas: lo desconocido era ilustrado por lo conocido; las verdades divinas, por las cosas terrenas con las cuales la gente se hallaba más familiarizada.
El Sembrador: Jesús vino a esparcir los granos
celestiales de la verdad. Y su misma enseñanza en parábolas era la simiente con
la cual fueron sembradas las más preciosas verdades de su gracia. Dejó su hogar
de seguridad y paz, dejó la gloria que él tenía con el Padre antes que el mundo
fuese, dejó su puesto en el trono del universo para sembrar con lágrimas, para
verter su sangre, la simiente de vida para el mundo perdido. Los que son llamados a unirse con
Cristo deben dejarlo todo para seguirle a él. La semilla debe sembrarse con trabajo y lágrimas, en la soledad y mediante el sacrificio. Pero el que enseña verdades sagradas puede impartir únicamente aquello que él
mismo conoce por experiencia. aquellos que quieren enseñar la Palabra han de hacer de ella algo propio
mediante una experiencia personal. Deben saber qué significa tener a Cristo
hecho para ellos sabiduría y justificación y santificación y redención
La semilla: Cada semilla tiene en sí un poder germinador. En ella está encerrada la vida de
la planta. Así hay vida en la palabra de Dios. Aquel que por la fe recibe la palabra, está recibiendo la misma vida y carácter
de Dios. Muchos profesos ministros del Evangelio no aceptan toda la Biblia como palabra
inspirada. Un hombre sabio rechaza una porción; otro objeta otra parte. Valoran
su juicio como superior a la Palabra, y los pasajes de la Escritura que ellos
enseñan se basan en su propia autoridad. Cuando se pierde la fe en la Palabra de Dios, el alma no tiene ninguna guía,
ninguna seguridad. Cuando se descarta la Palabra de Dios, se rechaza su poder de refrenar las
pasiones perversas del corazón natural.
La obra de Cristo como Maestro de la verdad se hallaba en marcado
contraste con la de los rabinos de su tiempo. Ellos se espaciaban en las
tradiciones, en las teorías y especulaciones humanas. A menudo colocaban lo que
el hombre había enseñado o escrito acerca de Los maestros de Israel no estaban
sembrando la simiente de la Palabra de Dios.
Desde la caída del hombre, Satanás ha estado sembrando las semillas del error. Fue por medio de un engaño como obtuvo el dominio sobre el hombre al principio, y así trabaja todavía para derrocar el reino de Dios en la tierra y colocar a los hombres bajo su poder.
3. El sembrador salió a sembrar: Jesús
vino a esparcir los granos celestiales de la verdad. Y su misma enseñanza en
parábolas era la simiente con la cual fueron sembradas las más preciosas
verdades de su gracia. Dejó su hogar de seguridad y paz, dejó la gloria que él
tenía con el Padre antes que el mundo fuese, dejó su puesto en el trono del universo
para sembrar con lágrimas, para verter su sangre, la simiente de vida para el
mundo perdido. Los que son llamados
a unirse con Cristo deben dejarlo todo para seguirle a él. La semilla debe
sembrarse con trabajo y lágrimas, en la soledad y mediante el sacrificio.
4. Junto al camino: oyente desatento. Semejante al camino muy trillado,
pisoteado por los pies de los hombres y las bestias, es el corazón que llega a
transformarse en un camino para el tránsito del mundo, sus placeres y pecados. Las
facultades espirituales se paralizan. Los hombres oyen la palabra, pero no la
entienden. No disciernen que se aplica a ellos mismos. No se dan cuenta de sus
necesidades y peligros. No perciben el amor de Cristo, y pasan por alto el
mensaje de su gracia como si fuera algo que no les concerniese.
Satanás y sus ángeles se encuentran en las reuniones donde se predica el
Evangelio. Mientras Cristo está atrayendo al alma por su amor, Satanás trata de
desviar la atención del que es inducido a buscar al Salvador. Ocupa la mente
con planes mundanos. Excita la crítica, o insinúa la duda y la incredulidad. La
forma en que el orador escoge su lenguaje o sus maneras pueden no agradar a los
oyentes, y se espacian en estos defectos. Así la verdad que ellos necesitan y
que Dios les ha enviado misericordiosamente, no produce ninguna impresión
duradera.
4. Vinieron las aves y la comieron: Satanás está listo para quitar del alma las semillas
de verdad divina. El teme que la Palabra de Dios despierte al descuidado y
produzca efecto en el corazón endurecido.
5. Pedregales: Así como la roca yace bajo la capa de tierra, el egoísmo del corazón
natural yace debajo de sus buenos deseos y aspiraciones. El Evangelio conmueve
las emociones de estas personas, y reaccionan ante él con rapidez, pero la
impresión que deja se pasa junto con las inconstantes emociones que la
causaron. No subyugan el amor propio. No
han visto la excesiva pecaminosidad del pecado, y su corazón no se ha humillado
por el sentimiento de su culpa, no crucifican el yo. Evangelio no efectúa una reforma en la vida es sólo religión
superficial. Los oyentes pedregosos dependen de sí mismos y no de Cristo.
Confían en sus buenas obras y buenos impulsos, y se sienten fuertes en su
propia justicia. Es por la unión invisible del alma con Cristo, mediante la fe,
como la vida espiritual se alimenta.
7. Espinos: si no hay una transformación moral en el corazón humano, si los viejos
hábitos y prácticas y la vida pecaminosa anterior no se dejan atrás, si los
atributos de Satanás no son extirpados del alma, la cosecha de trigo se ahoga. Las
espinas del pecado crecen en cualquier terreno; no necesitan cultivo; pero la
gracia debe ser cuidadosamente cultivada. Las espinas y las zarzas siempre
están listas para surgir.
8. Buena tierra: habiendo oído la palabra, la guardan. Satanás con
todos sus agentes del mal no puede arrebatársela.
8. Dio fruto: frutos de obediencia. La palabra de Dios, recibida en el alma, se
manifestará en buenas obras. Sus resultados se verán en una vida y un carácter
semejantes a los de Cristo.
Venida la aflicción tropieza: Pero desmayan en medio de la prueba fiera de la
tentación. No pueden soportar el oprobio por la causa de Cristo. Cuando la
Palabra de Dios señala algún pecado acariciado o pide algún sacrificio, ellos
se ofenden. Les costaría demasiado esfuerzo hacer un cambio radical en su vida.
22. El afán de este
siglo: El trabajo penoso, la privación y el temor de la
necesidad le acarrean al pobre perplejidades y cargas. Al rico le sobreviene el
temor de la pérdida y una multitud de congojas. No confían en su cuidado constante.
Muchos llegan a estar tan absortos en los negocios, que no tienen tiempo para
orar, para estudiar la Biblia, para buscar y servir a Dios. A veces su alma
anhela la santidad y el cielo; pero no tienen tiempo. Las cosas de la eternidad
se convierten en secundarias y las cosas del mundo en supremas.
22. El engaño de las riquezas: Demasiado a menudo aquellos que poseen tesoros
mundanales se olvidan de que es Dios el que les ha dado el poder de adquirir
riquezas. Su riqueza, en vez de despertar la gratitud hacia Dios, los induce a
la exaltación propia. Pierden el sentido de su dependencia de Dios y su
obligación con respecto a sus semejantes.
Y muchos que obran con un propósito muy diferente caen en un error
similar. Están trabajando para el bien de otros, sus deberes apremian, sus
responsabilidades son muchas, y permiten que su trabajo ocupe hasta el tiempo
que deben a la devoción. Su servicio se echa a perder por el deseo de la
supremacía y por los rasgos ásperos y carentes de bondad del corazón
insubordinado. He aquí uno de los principales secretos del fracaso en la obra
cristiana.
14. Placeres de la
vida: Hay peligro en las diversiones que persiguen
únicamente la complacencia propia. Todos los hábitos de complacencia que
debilitan las facultades físicas, que anublan la mente o entorpecen las
percepciones espirituales, son "deseos carnales que batallan contra el
alma.
19. Las codicias de otras cosas: Estas no son necesariamente cosas pecaminosas en
sí mismas, sino algo a lo cual se le concede el primer lugar en vez del reino
de Dios. Todo lo que desvía la mente de Dios, todo lo que aparta los afectos de
Cristo, es un enemigo del alma. Se forman hábitos de ociosidad y complacencia propia.
De modo que los sembradores tienen algo que
hacer para que la semilla no sea ahogada por las espinas o perezca debido a la
poca profundidad del terreno. Debe enseñársele que no ha de ser meramente
salvado por el sacrificio de Cristo, sino que ha de hacer que la vida de Cristo
sea su vida, y el carácter de Cristo su carácter. Enséñese a todos que han de
llevar cargas y deben sacrificar sus inclinaciones naturales.
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