sábado, 8 de noviembre de 2014

El Sermon del monte: Jesus y los juramentos Mt. 5:33-37

Los judíos entendían que el tercer mandamiento prohibía el uso profano del nombre de Dios; pero se creían libres para pronunciar otros juramentos. Prestar juramento era común entre ellos. Por medio de Moisés se les prohibió jurar en falso; pero tenían muchos artificios para librarse de la obligación que entraña un juramento.

No perjurarás: jurar falsamente. Habla de perjurio, sobre todo de los juramentos falsos en los cuales se invoca el nombre de Dios, deshonrando y profanando así el nombre sagrado.

No juréis en ninguna manera: Todo proviene de Dios. No tenemos nada que no hayamos recibido; todo ha sido comprado para nosotros por la sangre de Cristo, más preciosa que cuanto puede imaginarse, porque es la vida de Dios. Todo lo que poseemos nos llega con el sello de la cruz. De ahí que no tengamos derecho de empeñar cosa alguna en juramento

Los judíos tenían muchos artificios para librarse de la obligación que entraña un juramento. No temían incurrir en lo que era realmente blasfemia ni les atemorizaba el perjurio, siempre que estuviera disfrazado por algún subterfugio técnico que les permitiera eludir la ley.

Si hay alguien que puede declarar en forma consecuente bajo juramento, es el cristiano. Vive continuamente como en la presencia de Dios, seguro de que todo pensamiento es visible a los ojos del Ángel con quien tenemos que ver; y cuando ello le es requerido legalmente, le es lícito pedir que Dios sea testigo de que lo que dice es la verdad, y nada más que la verdad.

Sea vuestro hablar si, si; no,no: Estas palabras condenan todas las frases e interjecciones insensatas que rayan en profanidad. Condenan los cumplidos engañosos, el disimulo de la verdad, las frases lisonjeras, las exageraciones, las falsedades en el comercio que prevalecen en la sociedad y en el mundo de los negocios. Enseñan que nadie puede llamarse veraz si trata de aparentar lo que no es o si sus palabras no expresan el verdadero sentimiento de su corazón. Se refrenaría la expresión de malas sospechas y ásperas censuras; porque al comentar las acciones y los motivos ajenos, ¿quién puede estar seguro de decir la verdad exacta? Los que aprenden de Cristo en su manera de hablar, tanto como en su vida, serán sencillos, sinceros y veraces porque se preparan para la comunión con los santos

Pero el Salvador no prohibió el juramento judicial o legal en el cual se pide solemnemente a Dios que sea testigo de que cuanto se dice es la verdad.

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