sábado, 8 de noviembre de 2014

El sermon del monte: Amor hacia los enemigos Mt. 5:38-48

Las fricciones entre el pueblo y los soldados eran frecuentes, lo que acrecentaba el odio popular. A menudo, cuando algún jefe romano con su escolta de soldados iba de un lugar a otro, se apoderaba de los labriegos judíos que trabajaban en el campo y los obligaba a transportar su carga trepando la ladera de la montaña o a prestar cualquier otro servicio que pudiera necesitar. Esto estaba de acuerdo con las leyes y costumbres romanas, y la resistencia a esas exigencias sólo traía vituperios y crueldad.
Cada día aumentaba en el corazón del pueblo el anhelo de libertarse del yugo romano. Especialmente entre los osados y bruscos galileos, cundía el espíritu de rebelión. Por ser Capernaum una ciudad fronteriza, era la base de una guarnición romana, y aun mientras Jesús enseñaba, una compañía de soldados romanos que se hallaba a la vista recordó a sus oyentes cuán amarga era la humillación de Israel.

La regla "ojo por ojo, diente por diente, se hallaba entre las leyes dictadas por Moisés; pero era un estatuto civil. Nadie estaba justificado para vengarse.

44. Amad a vuestros enemigos: Aun los pecadores cuyos corazones no estén herméticamente cerrados al Espíritu de Dios responden a la bondad. Así como pueden responder al odio con el odio, también corresponderán al amor con el amor. Solamente el Espíritu de Dios devuelve el amor por odio. El ser bondadoso con los ingratos y los malos, el hacer lo bueno sin esperar recompensa, es la insignia de la realeza del cielo, la señal segura mediante la cual los hijos del Altísimo revelan su elevada vocación. únicamente un espíritu de amor misericordioso podría dar evidencia de que estaban animados por motivos más elevados que los publicanos y los pecadores, a quienes aborrecían.

45. Hijos de vuestro Padre que hace salir su sol sobre malos y buenos…: Jesús desaprueba el error popular judío de que Dios concede sus bendiciones a sus santos y las niega a los pecadores.

Amor que abarca a toda la humanidad. Aun los pecadores cuyos corazones no estén herméticamente cerrados al Espíritu de Dios responden a la bondad. Así como pueden responder al odio con el odio, también corresponderán al amor con el amor. Solamente el Espíritu de Dios devuelve el amor por odio. El ser bondadoso con los ingratos y los malos, el hacer lo bueno sin esperar recompensa, es la insignia de la realeza del cielo, la señal segura mediante la cual los hijos del Altísimo revelan su elevada vocación.

45. Hijos de vuestro Padre que hace salir su sol sobre malos y buenos…: Jesús desaprueba el error popular judío de que Dios concede sus bendiciones a sus santos y las niega a los pecadores. Los judíos creían que Dios amaba a los que le servían -los cuales eran, en su opinión, quienes cumplían las exigencias de los rabinos.

48. Sed pues perfectos como vuestro Padre: Los judíos habían luchado afanosamente para alcanzar la perfección por sus propios esfuerzos, y habían fracasado Ya les había dicho Cristo que la justicia de ellos no podría entrar en el reino de los cielos. La luz del amor brilla sobre nosotros y hemos de reflejar su resplandor. Buenos gracias al bien proveniente de Dios, podemos ser perfectos en nuestra esfera, así como él es perfecto en la suya

Dice Jesús, podéis llegar a ser semejantes a él en carácter y estar en pie sin defecto en la presencia de los hombres y los ángeles. No es una medida o norma que no podamos alcanzar. Dios ha provisto los elementos para que podamos llegar a ser semejantes a él, y lo realizará en favor de todos aquellos que no interpongan una voluntad perversa y frustren así su gracia. Dios no utiliza medidas coercitivas; el agente que emplea para expulsar el pecado del corazón es el amor. Mediante él, convierte el orgullo en humildad, y la enemistad y la incredulidad, en amor y fe. Gracias al bien proveniente de Dios, podemos ser perfectos en nuestra esfera, así como él es perfecto en la suya. La santificación es una obra progresiva

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