domingo, 9 de noviembre de 2014

El Sermon del monte: Jesus y la oracion Mt. 6:5-15

Cuando ores no seas como los hipócritas: Los fariseos tenían horas fijas para orar, y cuando,  en el momento designado se encontraban ausentes de casa, fuese en la calle, en el mercado o entre las multitudes apresuradas, allí mismo se detenían y recitaban en alta voz sus oraciones formales. La oración acerca de la vida íntima no debe hacerse en público. En la devoción secreta nuestras oraciones no deben alcanzar sino el oído de Dios, que siempre las escucha.

Y orando, no uséis vanas repeticiones: parlotear, hablar sin pensar. Los paganos pensaban que sus oraciones tenían en si méritos para expiar el pecado. Por lo tanto, cuanto más larga fuera la oración, mayor mérito tenía. La repetición de expresiones prescritas y formales mientras el corazón no siente la necesidad de Dios. Las oraciones más elocuentes son palabrería vana si no expresan los sentimientos sinceros del corazón.

Padre nuestro: El primer paso para acercarse a Dios consiste en conocer y creer en el amor que siente por nosotros. Solamente por la atracción de su amor nos sentimos impulsados a ir a él. Reconocemos a todos sus hijos como nuestros hermanos. Nadie ora como es debido sí solamente pide bendiciones para sí mismo.

Santificado sea tu nombre: Para santificar el nombre del Señor se requiere que las palabras que empleamos al hablar del Ser Supremo sean pronunciadas con reverencia. Nunca debemos mencionar con liviandad los títulos ni los apelativos de la Deidad. Nunca debemos mencionar con liviandad los títulos ni los apelativos de la Deidad. Por la oración entramos en la sala de audiencia del Altísimo y debemos comparecer ante él con pavor sagrado. Los ángeles velan sus rostros en su presencia. Por la oración entramos en la sala de audiencia del Altísimo y debemos comparecer ante él con pavor sagrado. Los ángeles velan sus rostros en su presencia. El nombre de Dios es honrado de dos modos: (1) mediante actos divinos que inducen a los hombres a reconocer y a reverenciar a Jehová como Dios y (2) mediante las acciones de los hombres que le honran como Dios y le rinden la adoración y la obediencia que le corresponden. El nombre de Dios representa su carácter.

Venga tu reino: Los intereses del reino de DIOS son los nuestros; hemos de obrar para su progreso. El reino de la gracia de Dios se está estableciendo, a medida que ahora, día tras día, los corazones que estaban llenos de pecado y rebelión se someten a la soberanía de su amor.

Hágase tu voluntad: La voluntad de Dios se expresa en los preceptos de su sagrada ley, y los principios de esta ley son los principios del cielo. Se pide que acabe el reinado del pecado y que llegue el momento cuando la voluntad de Dios sea tan universalmente cumplida en la tierra.

El pan nuestro de cada día dánoslo hoy: cuando hayamos hecho del servicio de Dios nuestro primer interés, podremos pedir que nuestras propias necesidades sean suplidas y tener la confianza de que lo serán. Si hemos renunciado al yo y nos hemos entregado a Cristo, somos miembros de la familia de Dios, y todo cuanto hay en la casa del Padre es nuestro. No nos desalentemos si no tenemos bastante para mañana. Nos enseña a acordarnos de los pobres, pedimos para los demás tanto como para nosotros mismos. Reconocemos que lo que Dios nos da no es para nosotros solos. La oración por el pan cotidiano incluye el pan espiritual que nutrirá el alma.

Perdónanos nuestras deudas: El perdón de DIOS es también una redención del pecado. Cuando sentimos que hemos pecado y no podemos orar, ése es el momento de orar. Podemos estar avergonzados y profundamente humillados, pero debemos orar y creer. No debemos procurar reducir nuestra culpa hallándole excusas al pecado.

Como nosotros perdonamos a nuestros deudores: podemos recibir el perdón de Dios solamente en la medida en que nosotros mismos perdonamos a los demás. El amor de Dios es lo que nos atrae a él. Ese amor no puede afectar nuestros corazones sin despertar amor hacia nuestros hermanos.

Y no nos dejes caer en tentación: La tentación es incitación al pecado, cosa que no procede de Dios, sino de Satanás y del mal que hay en nuestros propios corazones. El enemigo nos induce a pecar, y luego nos acusa ante el universo celestial como indignos del amor de DIOS. DIOS permite que hallemos obstáculos, persecución y opresiones, pero no como una maldición, sino como la bendición más grande de nuestra vida. Cada tentación resistida, cada aflicción sobrellevada valientemente, nos da nueva experiencia y nos hace progresar en la tarea de edificar nuestro carácter. Al elevar esta oración nos entregamos a la dirección de Dios y le pedimos que nos guíe por sendas seguras. Es peligroso detenerse para contemplar las ventajas de ceder a las sugestiones de Satanás.

Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria: superior a todo poder y autoridad y a todo nombre que se mencione.


Más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas: El que no perdona suprime el único conducto por el cual puede recibir la misericordia de Dios.

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