domingo, 9 de noviembre de 2014

El Sermon del monte: Los dos cimientos Mt. 7:24-27

Las palabras de Cristo habían herido la raíz de sus ideas y opiniones anteriores; la obediencia a su enseñanza les exigía que cambiasen todos sus hábitos y modos de pensar y obrar. Los pondría en oposición con los maestros de su religión, porque derribaría el edificio entero que durante generaciones habían ido edificando los rabinos. Por eso muy pocos estaban dispuestos a aceptarlas como guía de la vida.

Mientras escuchaban las palabras de Cristo, sentados en la ladera, podían ver los valles y los barrancos por los cuales corrían hacia el mar los arroyos de las montañas. A menudo estos arroyos desaparecían completamente en el verano y quedaba solamente un canal seco y polvoriento; pero cuando las tempestades del invierno se desencadenaban sobre las colinas, los ríos se convertían en furiosos y bramadores torrentes, que algunas veces inundaban los valles y arrasaban todas las cosas en su riada irresistible. Entonces era frecuente que fuesen arrasadas las chozas levantadas por los labriegos en la verde llanura, donde no parecían correr peligro.

Cualquiera que oye y hace estas palabras le compararé al hombre que edificó sobre la roca: Quienquiera que edifique carácter y su vida sobre esos principios edifica sobre Cristo, la Roca de la eternidad. Edificamos en Cristo por la obediencia a su palabra. Se espera acción, no meramente palabras, de los seguidores de Cristo.

...Y no las hace le compararé al hombre que edificó sobre la arena: Aquel que edifica sobre el fundamento de ideas y opiniones humanas, de formalidades y ceremonias inventadas por los hombres o sobre cualesquiera obras que se puedan hacer independientemente de la gracia de Cristo, erige la estructura de su carácter sobre arena movediza. Las tempestades violentas de la tentación barrerán el cimiento de arena y dejarán su casa reducida a escombros sobre las orillas del tiempo.

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